QUILMES Atlético Club

Hay nombres que trascienden barreras, que logran una identificación tan grande que no hace falta ni siquiera mencionar el apellido.

Ahí estaba. Envuelto en campera verde, trece años después de la primera vez, transitando los pasillos de la sede social. Lo esperaban los dirigentes para firmar un acuerdo que lo une por un año al Quilmes Atlético Club y una camiseta blanca con el número diez. La que le pertenece. 

No podía ser de otra manera. Jugador e hinchas se habían jurado amor eterno y en esa simbiosis pasó lo único que podía pasar. Miguel Eduardo Caneo, aquel pibe que vino a buscar continuidad y la tuvo, ese hombre que vino para ascender y lo logró, se bancó el descenso y se quedó para subir otra vez, el de los tiros libres inolvidables, el de los pases que duelen en las defensas, la postal eterna de los tapones del botín abrazando la pelota y la cabeza levantada. El lunes 24 empezará el trabajo del plantel dirigido por Lucas Nardi y allí estará, para sostener a los jóvenes de la cantera y como llamador de los que vengan a sumarse a la misión del retorno a primera división.